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lunes, 5 de octubre de 2009


El Auditorio está a la vista






Finales. 350 obreros se
encuentran dando las terminaciones al nuevo complejo de salas, cuyo espacio principal contará con 2.000 butacas y un foso para orquesta con una capacidad para albergar 120 músicos

JORGE ABBONDANZA

Es la Sala Fabini del Sodre, que ocupará el lugar del viejo Estudio Auditorio, destruido por un incendio el 18 de septiembre de 1971. Al cabo de 38 años, el gran recinto parece acercarse finalmente a su apertura.

Quienes recuerden el kilométrico camino recorrido por esa sala a través de siete gobiernos de variado pelaje, en los que hubo impulsos, interrupciones y aplazamientos, sabe que la obra de reconstrucción de ese Complejo de Espectáculos se había convertido en una epopeya cultural de final incierto.



PASADO. La historia fue larga y desalentadora, desde la colecta nacional encabezada en 19
71 por una comisión de notables para recaudar fondos, pasando por una propuesta particular que seis años más tarde planteó la posibilidad de reconstruir la sala tal cual había sido, y que resultó sin embargo rechazada por el último titular de la dictadura, quien poco después mandó demoler todo lo que quedaba en pie del edificio original, el que se había inaugurado en 1905 bajo el nombre de Teatro Urquiza. Luego el predio permaneció hasta 1988 como un gran baldío donde crecieron árboles.

A la fecha del incendio, el Estudio Auditorio era no sólo la sala teatral más grande (y más cómoda) de Montevideo, sino además la de actividades más numerosas en un arco que iba desde la música sinfónica y lírica hasta la danza, el cine-arte y el teatro. A medida que pasaban los años sin que se emprendiera su reconstrucción, un público devoto que había colmado sus instalaciones desde la década del 30, comprendió que no existía voluntad política para encarar las obras y luego -cuando la dictadura dio paso a la recuperación institucional- también comprendió cuál era el sitio que ocupaban los hechos culturales y las manifestaciones artísticas en el orden de prioridades de casi toda la casta política. Lo más triste es pensar ahora en que toda una generación de aficionados y especialistas, que constituyeron el público del Estudio Auditorio, ya se ha muerto sin poder ver el renacimiento de la sala y de sus múltiples funciones. Junto con ellos también se han muerto otras cosas cuya reconstrucción será tan difícil como la de esa sala.



Echar ahora una ojeada al nuevo auditorio y comprobar que las 2.000 butacas ya están colocadas en su correspondiente lugar, es un hecho capaz de levantar el ánimo a un testigo de las cuatro décadas de postergaciones, pero ante todo es el anuncio de un acontecimiento cultural que culminará cuando ese espacio se inaugure dentro de pocos (¿dos o tres?) meses. La etapa actual de las obras comenzó a mediados del año pasado, fijándose entonces un plazo de quince meses para su conclusión; pero a juicio de este cronista el dato decisivo que explica el ritmo actual de los trabajos es la presencia de una coordinadora llamada Eneida de León, la arquitecta que hace cinco años también fue responsable de que culminara el enorme emprendimiento de rescatar el Teatro Solís. Dotada de una energía fuera de serie y de una visible capacidad de supervisión, Eneida capitanea desde 2008 la faena de 350 operarios en el Sodre, aunque tiene muchas otras tareas en su calidad de Directora Nacional de Arquitectura en el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Esa mujer cordial y comunicativa, funciona como una máquina sin perder la sonrisa, detalle que la administración pública debería agradecer.

PRESENTE. Una visita a la nueva sala, guiada por Eneida y por su colega Martín Colacce -vinculado a la firma que gerencia las obras- puede ser un impacto para quien ha desarrollado alguna sensibilidad en materia teatral. El ingreso es monumental, desplegado sobre un enorme "foyer" que abarca la esquina de Andes y Mercedes con varias puertas por ambas calles y dos escaleras que se enfrentan desde la planta baja, facilitando un ancho acceso hacia el piso superior en que se entra al recinto. En esos espacios iniciales ya se han colocado los revestimientos de mármol de dos procedencias (Italia y Turquía) pero también las barandas de vidrio y bronce fabricadas en Brasil. Cuando se eleva la mirada, los cinco niveles de balcones integran una perspectiva que la gran fachada de cristal permite apreciar desde la calle pero que dentro del edificio puede disfrutarse más, porque se prolonga a lo largo de una vereda interior hacia la
esquina de Florida, trecho en el que se encuentra el acceso a la subterránea Sala Balzo, ya inaugurada hace una década, que respaldará con sus 600 localidades la agenda de actividades del complejo cultural.

El teatro grande se llamará con toda justicia Sala Fabini, y entrar en él puede ser un impacto. Conviene tener en cuenta que su capacidad duplicará la del Solís, pero a eso debe agregarse la amplitud de los espacios circundantes que envuelven su platea y sus tres pisos de tertulias. El impacto deriva no solamente de la propia sala sino de la colosal boca del escenario y aún del foso de la orquesta, que podrá ampliarse a expensas de la platea hasta albergar a 120 instrumentistas, pero que además podrá elevar su piso mecánico hasta quedar al nivel de esa platea o seguir subiendo hasta el plano del escenario, para ampliarlo o hacerlo avanzar cuando el espectáculo lo requiera.

Las obras respetan el proyecto elaborado por la firma Singer, Vanini, Magnone y Di Pólito, que resultó ganadora en el concurso convocado en 1986. Los trabajos comenzaron en 1988, efectuados por la empresa constructora Álvaro Palenga asociada a Campiglia Construcciones, y en esta etapa el costo es de 18 millones de dólares, suma que incluye el aporte de 2 millones de euros otorgados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para equipamiento de la sala y el escenario. Pero el único desafío no es sólo presupuestal. También cuenta -según lo reconocen los responsables del trabajo- la necesidad de reconocer el papel de la cultura como factor determinante de un capital humano y social, decisivo para el desarrollo colectivo, las transformaciones en la esfera del pensamiento y en definitiva para el mantenimiento de la dignidad del individuo. "Si los ciudadanos no pueden gozar del derecho a la cultura -señala esa fundamentación- el Estado desatiende una de las obligaciones constitucionales de su razón de ser".

FUTURO. La Sala Fabini se abrirá próximamente, aunque corresponde puntualizar que habrá dependencias cuyo funcionamiento deberá aguardar para habilitarse en una etapa posterior. El edificio, denominado Complejo de Espectáculos del Sodre, abarca con todos sus sectores un área de 25.000 metros cuadrados, que comprenden no solamente los dos teatros sino grandes salas de ensayo para los cuerpos estables del instituto (orquesta, coro, cuerpo de baile) de dimensiones similares a las del escenario de la sala mayor, así como talleres escenográficos, cafeterías, áreas para exposiciones y numerosos camarines, incluidos los destinados a primeras figuras, que tienen las dimensiones de una suite.

El edificio fue diseñado de manera muy razonada, dispone de un acceso por la calle Uruguay donde pueden desembarcar los contenedores con material escenográfico, que luego suben directamente al nivel de la caja escénica a través de un enorme ascensor montacarga, y tiene asimismo una fachada traslúcida envuelta en la columnata de una pasiva, a través de la cual podrá verse desde la calle la circulación del público y la vida interior del complejo. Dentro de la sala, entretanto, juega la seducción estética (revestimiento de madera de roble, butacas negras) pero también los detalles técnicos, desde paneles laterales para regular la acústica hasta un escenario computarizado con 42 motores de izamiento para remolcar decorados y luces hasta los 27 metros de altura del escenario, sin olvidar varios ascensores para uso del público.

Pero la mayor conmoción para el visitante consiste por el momento en contemplar la sala desde el escenario, una formidable imagen que permite reflexionar sobre los 38 años que pasaron desde el incendio, pero también obliga a pensar que ese teatro resulta una noticia alentadora para estos meses en que se cumplen 80 años de la fundación del Sodre, y sacar conclusiones a medio camino entre la vieja memoria y la nueva esperanza. Como toda iniciativa cultural de importancia, la reconstrucción del auditorio no debe identificarse con un gobierno sino con los trascendentes compromisos del Estado. Claro que al encarnarse en gobernantes de condición dispar, ese Estado puede expresarse según los tiempos a través de gente propicia o gente sorda ante los requerimientos de la cultura. En todo caso, los gobiernos son efímeros y las necesidades artísticas son en cambio perdurables, diferencia que debe entenderse cuando se habla del Sodre, cuyas obras se han prolongado tanto y recién ahora estimulan un poco a los descorazonados. Más vale tarde que nunca.
Júver Salcedo será el director interino de las nuevas salas

El jueves 17 de septiembre trascendió que el Consejo Directivo del Sodre había designado interinamente al destacado actor Júver Salcedo como director del Complejo de Espectáculos de Andes y Mercedes, anunciando que el nombramiento definitivo para ese cargo se producirá mediante un concurso posterior, que será divulgado oportunamente. La elección de Salcedo responde a la gran trayectoria internacional de ese hombre de teatro, que no sólo está al frente del elenco de La Gaviota sino que en el pasado reciente se desempeñó también como director artístico de la Comedia Nacional.
La cifra

25.000 Son los metros cuadrados que tiene el complejo que incluye dos salas principales, salas de ensayo y áreas de uso diverso.

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